viernes, 20 de junio de 2014

Réplica de Díaz Franco

A PROPÓSITO DE LA 4ª ENTREGA DE UN TEXTO DE MIGUEL ANGEL SÁNCHEZ CHILLÓN.

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Me habían comentado que Miguel Angel  Sánchez Chillón venía publicando en Sanifax un escrito por entregas titulado “La verdadera historia del Colegio de Médicos de Madrid”, que constituye un anecdotario sobre las experiencias y cotilleos durante su permanencia como Vocal de AP Urbana, en la candidatura de Juliana Fariñas, que  se había impuesto a los otros tres candidatos (Amaya, Sierra y Cabezas) en las elecciones de 2008.

También me advirtieron que Sánchez Chillón, subordinado mío en razón de mi cargo de Vocal Nacional de AP Urbana (él lo era de Madrid, uno más de los 52 Colegios que yo representaba), se tomaba en esas páginas lo que parecía ser una revancha personal, tal vez por la dependencia anterior conmigo. Ya se sabe, ni pidas a quien pidió, ni sirvas a quien sirvió.

He leído ese texto y, antes que otra cosa, lo que me provoca es lástima, porque en cada argumentación de su relato novelado, deja traslucir un desesperado intento por disimular el fracaso en lo que pudo haber sido y no fue, que es la cuestión de las cuestiones, la espina clavada que le mortifica, o sea, su derrota electoral ante Sonia López Arribas en los comicios de 2012 en el ICOMEM, de la que parece no haberse recuperado aún. Nada extraño, por otra parte, porque supuso una brusca renuncia a sus anhelos de llegar a la presidencia del ICOMEM y, roto ya el sueño, la vuelta a lo poco o nada de lo que había partido.

Pero también me causa asombro por la manera tan poco sutil de autojalearse, de venirse arriba en cada episodio justificativo, sin una mínima autocrítica y achacando a los demás deserciones, intenciones ocultas o errores que tendrían más fácil explicación buscándola más cerca, dentro de sí mismo, como parte negativa de una personalidad agresivo-triunfante  que Miguel Angel Sánchez Chillón ha sabido desarrollar. Todo ello se deja ver a las claras en  cada pasaje de un relato monocorde, con un estilo que recuerda vagamente el realismo onírico, donde el autor parece postularse como el testigo privilegiado que pretende hacernos creer que fue, quizá porque él mismo interiorizó esa compleja realidad sin mayores exigencias de interpretación. Aunque sólo fuera  por esto  habría que ser benevolente con su pretencioso y poco  compartible título de “La VERDADERA historia del Colegio de Médicos de Madrid”, con que el autor ha querido magnificar un texto plagado de trabajadas vulgaridades y lugares comunes, más próximas al chascarrillo que al rigor interpretativo de los hechos abordados.

De cómo las personas llegan a creerse el personaje que imaginan ser, está llena la observación de la conducta humana. Miguel Angel Sánchez Chillón no es una excepción. Llegado a  lacandidatura de Juliana Fariña“in extremis”, llamado a la misma “de rebote”, porque había que cubrir el hueco, muy pronto se reveló que, con los avatares de la fortuna, un espíritu ambicioso puede encauzar sus afanes. Sánchez Chillón pudo vivir así un momento de gloria en el seno de una Junta que, muy pronto, mostró fisuras por dimisiones, enfermedades, indefiniciones y pasividades que permitieron que, en un país de ciegos, medrara un tuerto.

Miguel Angel Sánchez Chillón vio su oportunidad y aprovechó los recursos, informaciones, contactos y visibilidad que proporciona la Institución para posicionarse como intérprete solista de su propia melodía, dejando para  el resto de la orquesta la canción del olvido.

Paralelamente, por mis solos y exclusivos méritos, gané las elecciones a Vocal Nacional de Atención Primaria Urbana de la OMC, en pugna con el candidato oficialista y con trabajosa y resignada aceptación por parte de algún testigo cercano

A partir de ahí, conversé muchas veces con Miguel Angel  Sánchez Chillón en virtud de nuestros respectivos cargos colegiales. Me reprocho en la distancia tanta charla inútil con alguien que ha pisoteado mi confianza. Veo tardíamente que Sánchez Chillón no era sincero, que daba una cara y escondía otra. Ahora me entero que le atediaba con mi conversación, llena de modismos, citas y giros sacados de mi repertorio novecentista o anterior; pero también es justo que él se entere de que me abrumaba con su altisonante brusquedad verbal y sus indeseados y reiterativos chistes, prodigados a tiempo y a destiempo. Demasiadas confidencias, demasiados compadreos, demasiados cánticos regionales, aunque ninguna exaltación de la amistad. Y todo ¿para qué? Para encontrarme, a fin de cuentas, que no somos nada , que detentamos representaciones  en AP, que asesoramos programas sociales que no nos corresponden, que asistimos a  Mesas de AP y a Foros de Médicos de AP que ayer nos eran propios, pero hoy ya no. ¡Qué se le va a hacer! Este es el veredicto inquisitorial de alguien a quien, pese a exigir mi expulsión del sistema, hay que seguir considerando compañero y, sin embargo, … compañero.

Así que, antes de devolver a Sánchez Chillón, por falsas y malintencionadas, sus tergiversaciones de algunos hechos compartidos y sus descalificaciones personales, reivindicaré  mi trabajo y mi participación presente y futura en las responsabilidades colegiales, brillante y tenazmente sostenidas por una Junta Directiva a la que tampoco él es ajeno.  Si bien se mira, no ha pasado tanto tiempo desde aquellos primeros momentos de su relación conmigo en que me adulaba, hasta los presentes, en que no intenta disimular su animadversión contra mi deseo y mi derecho de participación y de expresión en temas propios de mi formación y mi práctica médica habituales, como son los de AP, los socio-sanitarios y los psico-sociales, sin que la edad le autorice a discriminarme o excluirme, cuando la ley (la de todos, no la suya) me ampara. De todos modos, por esos motivos acumulados y por los que pueda aún reservarme, le veo con serias opciones a presidir mi club de fans.

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